jueves, 2 de junio de 2022

3. Marco teórico y conceptual

3.1 Antecedentes y evidencias

La intervención comunitaria que forma parte del presente trabajo, plantea la problemática siguiente: las mujeres anteponen sus “roles de género” y “el deber ser mujer” al autocuidado de su persona por creencias culturales. 

El tema antes mencionado se explica desde la teoría feminista para la intervención social mencionada por Cortés (2016). Esto lo pensamos de esta manera, porque dicha teoría es crítica y permite visibilizar situaciones que nos pueden llevar a hacer pequeñas transformaciones en la comunidad a intervenir. Para la autora antes mencionada, las mujeres, en una sociedad patriarcal, son vulnerables a ser afectadas en su salud por malestares emocionales relacionadas a lo que “deberían hacer como mujer” y a las afectaciones directas de la violencia de género, como es el caso de las mujeres de la comunidad de Tehuacán Puebla. 

Ahora bien, el cuidado del hogar y la familia se ha relacionado a lo femenino, las actividades de servicio han sido asignadas a la mujer y, por tanto, hay una carga emocional y psicológica. Aunado a esto, las labores de casa y preocupaciones del día a día de ellas se suman a la carga emocional. Las mujeres de la comunidad que viven diariamente en este espacio de trabajo no remunerado, de cuidado hacia las/los demás, las lleva a tener poco tiempo para el autocuidado de su persona. 

Uno de los factores relacionados al déficit en el autocuidado, que se conjunta con el rol de género atribuido socialmente a las mujeres es la autopercepción, ya que cuando las personas se perciben sanas, no suelen poner especial atención al cuidado de su salud, sino hasta que se manifiesta alguna enfermedad. La autopercepción de ser una persona “sana” puede desencadenar y/o agudizar conductas de riesgo, tales como hábitos alimentarios incorrectos, sedentarismo o trastornos de sueño. 

Es importante considerar que en el grupo ONU Mujeres Segunda Oportunidad participan mujeres de todas las edades, por lo cual, aunque tienen diferentes necesidades de autocuidado dependiendo el rango de edad en el que se encuentran, un punto en común desde donde podemos abordar el autocuidado es desde la autopercepción, si culturalmente se ha dado prioridad al cuidado de los hijos y la familia, se puede dar un giro a su percepción para generar empoderamiento y un interés formal en su capacidad de autocuidado, desde la comprensión y observación individual de sus propias necesidades.

Dentro de las estrategias de intervención de la problemática ya descrita, encontramos en la teoría lo siguiente:

  • Acompañamiento en procesos de autonomía de las mujeres. Esta intervención pretende cuestionar los mandatos de género, el trabajo de la culpa y el miedo para romper con la normatividad histórica (Távora Rivero, s.f., Cit. en Cortés, 2016).

  • Talleres a mujeres como estrategia de prevención y promoción de la salud mental desde un marco metodológico de intervención feminista (Grela y López, 1998, Cit. en Cortés, 2016).

  • Grupos de autoconciencia feminista y autoapoyo con temas de fortalecimiento de autonomía y cambios en los roles y mandato de género para mejorar la autoestima de mujeres (Migallón y Gálvez, 2000, Cit. en Cortés, 2016).

  • Por último, la estrategia “Escuchar-nos para transformar-nos: intervención social feminista”, la cual plantea un taller reflexivo que es una “estrategia de trabajo con grupos en el que se construyen grupalmente planteamientos, propuestas, preguntas e inquietudes respecto a un tema, realizando actividades lúdicas para favorecer la reflexión y propiciar la emergencia de elementos propios de la subjetividad individual y de la construcción colectiva” (Tobón, 2009, Cit. en Cortés 2016, pág. 36). Los talleres reflexivos permiten compartir y analizar situaciones vividas de las mujeres en colectividad, hablar y escuchar, identificar posturas propias y compartidas, contactar emociones, etc. 

Las estrategias antes mencionadas, pensamos en que, al integrarse en forma de un conversatorio, donde haya un encuentro en colectividad de escucha y habla, una retroalimentación y un proceso de acompañamiento en la resignificación de los roles y mandatos de género y, además, la incorporación de ejercicios de relajación y contemplación, podría ser una forma de intervención comunitaria que beneficie al grupo de mujeres.

Como ya han tomado cursos previos sobre violencia de género y tipos de abusos, impartidos por la representante del grupo, podemos saltar esos temas, pues ya tienen conocimiento al respecto. Nos centraremos en el su autoestima, en escuchar su visión sobre sus responsabilidades como mujeres y poder compartir con ellas nuestros conocimientos con base en la empatía, sensibilidad, permitiendo que ellas formen parte del proceso de manera activa, y, de ese modo, logren contextualizar e internalizar ese intercambio que haremos.  


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