jueves, 2 de junio de 2022

3.1.1 “El deber ser” de las mujeres en una sociedad patriarcal

 

Trujillo y Nazar (2011) identifican al espacio doméstico como el lugar donde se llevan a cabo las prácticas de autocuidado y, es precisamente, en donde las mujeres de la comunidad de Tehuacán, Puebla, pasan mayor tiempo. Pero, además, es un espacio donde hay relaciones de poder asimétricas que mantienen en desventaja a las mujeres en todos los aspectos, principalmente, en el tema de autocuidado que aquí importa. 
Ahora bien, uno de los roles más representativos e importantes en las familias es el de ser cuidador, históricamente son las mujeres quienes han asumido este papel, hecho que no ha sido fácil ya que la simple etiqueta está basada en la división sexual y discriminación del trabajo, ya que no pueden eximirse del compromiso de cara a la familia y la sociedad; no se trata de una elección sino de un mandato que transcurre entre sentimientos ambivalentes como: amor, rabia, resignación, solidaridad, responsabilidad, rechazo y culpa (Dakduk, 2010). Así, entonces, el cuidado del hogar y la familia se ha relacionado a lo femenino, las actividades de servicio han sido asignadas a la mujer y, por tanto, hay una carga emocional y psicológica que conlleva el trabajo de cuidado de la familia, ya sea a la pareja, a los hijos y a los nietos.

El término cuidadoras se ha venido definiendo a partir de un rol característico de la mujer. De acuerdo al “mandato de género” la madre “exige vivir la maternidad y el cuidado de los otros solo en forma positiva, preocupándose por suplir las necesidades de los demás, manteniendo el orden y la armonía familiar y cumpliendo un destino de amor y servicio” (Barberá, 2004, Cit. en Astorga, 2011). Por tal motivo, la atención dedicada al cuidado de los otros y el tiempo que se invierte lleva a una poca o nula atención a las propias necesidades y cuidado de la madre en sí misma. Esto, entonces, lleva a una frustración o sentimientos negativos en las madres al que se le suele sumar la presión social (Astorga, 2011).
Aunado a lo anterior, las labores de casa y preocupaciones del día a día de ellas se suman a la carga emocional. Las mujeres de la comunidad que viven diariamente en este espacio de trabajo no remunerado, de cuidado hacia las/los demás, las lleva a tener poco tiempo para el autocuidado de su persona. El trabajo diario que una mujer realiza en el hogar incluye diversas tareas, que van desde la limpieza, la realización de los alimentos, el cuidado y apoyo a los hijos, entre muchas otras.

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